sábado, 21 de agosto de 2010

Amigos

Volví a casa, el trabajo en la oficina cada vez se hacía mas pesado, había mucho por hacer y dependía de mi.
Cada noche tenía sueños repetidos con el mar, había días que despertaba llorando, quien sabe porque; las pesadillas en los últimos tiempos no me habían dejado en paz hasta el punto de pasar noches completas sin pegar un ojo.
Sábado, día de descanso para el común de la gente y yo con pocas ganas de quedarme en casa, dicen que cuanto mas tiempo te quedas, mas es lo que pensas y como eso es justamente lo contrario a lo que deseo con una velocidad aun mayor que la del propio correcaminos me bañé, me arreglé (quien sabe lo que puede esperarte a la vuelta de la esquina y hay que estar preparado para ello), agarré mi morral y salí a la calle esperando encontrarme con una nueva aventura.
A esta hora muy poca gente camina, Buenos Aires se despertó hermosa, el sol brilla en todo su esplendor y la temperatura ronda los 18 grados.
Me tomo un colectivo que me lleve a ver amigos, ¿Parque Rivadavia tal vez? sería una muy buena idea, unos mates con amigos puede ser la solución a tantas penas. Los mimos de los amigos suelen ser los remedios para curar muchos males, entre ellos: la soledad y la tristeza.
Apenas me ven llegar una sonrisa se dibuja en sus rostros, la verdad es que con todo esto de tener tanto trabajo uno suele desaparecer de los lugares que lo mantienen vivo y cuando uno puede regresar es como si el alma nunca se hubiera ido.
Mateamos mucho con Chris y Yami, hablamos, nos reimos, valió la pena cada instante compartido junto a ellos, muchas veces cuando busco un cable a tierra, cuando veo que ya no hay nada que me pueda hacer sonreír paso por acá y vuelvo renovada.